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Leer la Parasha y Haftará Tzav

Vaikrá 6:12 En tanto, el fuego de sobre el Altar arderá en él sin extinguirse. El sacerdote quemará leños en él cada mañana, y acomodará encima el holocausto, dejando consumir en él las grosuras de las ofrendas de paz.

Vaikrá 6:13 Un fuego continuo arderá sobre el Altar sin extinguirse.

La Tora instruye sobre el fuego del altar que está en el patio del Tabernáculo, que debe permanecer encendido todo el tiempo, sin extinguirse nunca, para eso el sacerdote debe alimentar ese fuego con leña todos los días.  ¿Para qué debe estar encendido todo el tiempo? ¿Qué nos enseña hoy eso?

Empecemos por recordar que finalmente el lugar donde la Presencia Divina siempre quiso habitar fue en el hombre, así lo entendieron los sabios del pueblo y así también lo interpretó el Rav Shaul, basados en el texto siguiente:

Éxo 25:8 Y harán un Santuario para mí, y habitaré en medio de ellos.

A tal punto que el Rav Shaul se refirió al hombre como un Tabernáculo donde la Presencia Divina mora o quiere morar, basados en ese concepto del Rav Shaul trataremos de aprender algo para nuestra vida, basados en la instrucción de mantener encendido el fuego del altar perpetuamente.

LITERALMENTE

La razón por la que el fuego debía arder permanentemente en el altar, era porque el Tabernáculo debía estar constantemente listo para ejercer su función, la función de unir al hombre con el Eterno y así alcanzar el máximo objetivo, que la Presencia Divina more en el hombre.  Y en el tiempo Tabernáculo eso se lograba por medio de los korbanot (ofrendas), las cuales eran continuamente quemadas en el altar, mañana, tarde y noche los sacerdotes tenían que quemar ofrendas, y ofrendas extras para los días especiales, Shabat, Rosh Jodesh y cualquier otra festividad, por aparte los israelitas en cualquier momento podían llevar sus ofrendas Shelamin (de paz y gratitud), Jatat (por el pecado), Asham (por la culpa), etc.  Entonces el fuego tenía que estar listo para quemar las ofrendas en cualquier momento.

Las ofrendas eran necesarias para el pueblo, nos referimos a que el dar ofrendas era necesidad del hombre y no del Eterno, pues era el hombre el que tenía necesidad de acercarse o retornar al Eterno, y eso se logra por medio de las ofrendas.

NUESTRO ALTAR

Por medio del estudio de la Torá el hombre es constantemente instruido sobre lo justo y agradable al Eterno, la Torá como lo dijo el Rav Shaul sirve para mostrar el pecado en el hombre, por lo tanto el hombre en su anhelo de vivir una vida en justicia y santidad, recibe por parte de la Torá, la instrucción o el señalamiento de los que de su vida no le agrada al Eterno, o no es justo, por lo tanto debe generar un cambio, debe purificar su deseo egoísta hasta llevarlo al altruismo.

Por lo tanto es indispensable la humildad del corazón que permite recibir la instrucción de la Torá del Eterno y entonces generar los cambios necesarios en pos del retorno del hombre al Eterno.  Por decirlo de otra manera, con la instrucción de la Torá, el hombre adquiere el conocimiento de su egoísmo, por lo tanto es necesaria la aceptación de tal realidad y entregarlo al Eterno como una ofrenda.

Por lo tanto ese fuego constante en al Tabernáculo, representa en nuestro interior ese corazón humilde que tiene que estar dispuesto constantemente a dar lo que la Torá le pide, su egoísmo.

Un fuego constante y eterno que no debe extinguirse, está en el corazón del hombre que ante la Torá de su Creador, está dispuesto a dar lo que tiene que dar, a ofrendar lo que tiene que ofrendar, con tal que finalmente pueda retornar a su origen, al Eterno.

De no ser así, de no estar encendido ese fuego a la hora de que se solicite una ofrenda, ésta no podrá quemarse y entonces el retorno al Eterno o el acercamiento a Él, es boicoteado por la falta de fuego en el altar, el altar de nuestro interior.

Es fácil detectar cuando el fuego del altar no está encendido en un hombre, los síntomas infalibles son la auto-justificación y la falta de deseo por estudiar la Torá.  Eso nos dice que el hombre como Tabernáculo, es un Tabernáculo inoperante, en el que no hay fuego para consumir las ofrendas,  a lo que nos lleva a otra conclusión, que no hay sacerdote que esté alimentando ese fuego.

EL SACERDOTE

El verdadero maestro de Torá que trabaja legalmente, con esto nos referimos a ejercer su función bajo la autoridad y dirección del Mashiaj de Israel, Su Majestad Yeshua, no simplemente enseña Torá, sino que ejerce una función sacerdotal, intermediaria. 

Por lo tanto su enseñanza la cual no es solamente frente al pulpito o bimá, sino que también por medio de su relación constante y estrecha con cada uno de los miembros de la kehila, debe cumplir con este mandamiento de nuestra parashá, “El sacerdote quemará leños en él cada mañana, y acomodará encima el holocausto…”. Eso quiere decir que el trabajo más importante del maestro de Torá que ejerce esta función sacerdotal, es el de mantener ese fuego encendido en los corazones de los miembros de su kehilá, y así ellos serán un Tabernáculo habilitado para quemar una ofrenda en su corazón en cualquier momento, conforme a la instrucción de la Torá.

Mantengamos ese fuego de nuestro altar encendido contantemente, y estemos con un corazón humilde siempre dispuestos a ofrendar de nuestro egoísmo lo que se nos pida.

Shabat Shalom

R. Yehuda ben Israel